La revolución tecnológica y la IA.

La revolución tecnológica y la IA.

Lo más seguro es que la revolución tecnológica eche pronto del mercado de trabajo a miles de millones de humanos y cree una nueva clase inútil, que lleve a revueltas sociales y políticas que ninguna ideología existente sabrá como manejar. Todos los debates sobre la tecnología pueden llegar a parecer abstractos y lejanos en el tiempo, pero la perspectiva muy real del desempleo en masa no deja a nadie en la indiferencia.

         La IA no solo está a punto de suplantar a los humanos y de superarlos en lo que, hasta ahora, eran habilidades únicamente de los humanos. También, la IA, posee capacidades exclusivamente no humanas, lo que hace que, la diferencia entre una IA y un trabajador humano sea también de tipo, que no de grado como nos pensamos. Dos capacidades no humanas importantes en la IA son, la conectividad, y la capacidad de actuación. Deberíamos de comparar las capacidades de un conjunto de individuos humanos, con las capacidades de una red integrada.

         Estas ventajas potenciales de la conectividad y de la capacidad de actuación son tan abismales que, al menos, en algunas profesiones tendría sentido sustituir a todos los humanos de las ramas, por ordenadores, aunque de forma individual, algunos humanos todavía hagan una tarea mejor que las maquinas.

         Lo cierto es que, un sistema de ordenadores integrado es capaz de maximizar las ventajas de la conectividad, sin perder los beneficios de la individualidad. 

         Al menos a corto plazo, es improbable que la IA y la robótica acaben con industrias enteras. No obstante, a la larga, ningún puesto de trabajo se librará por completo de la automatización. La pérdida de muchos puestos de trabajo en todos los ámbitos, desde el mundo de las artes a la atención sanitaria, se verá compensada en parte por la creación de nuevos empleos humanos.

         La IA podrá colaborar en la creación de empleos humanos de otra forma. En lugar de que los humanos compitan con la IA, podrían centrarse en su mantenimiento y en su uso. Sin embargo, el problema de estos nuevos empleos es que, probablemente, exigirán un gran nivel de pericia y, por tanto, no resolverán los problemas de los trabajadores no cualificados sin empleo. Crear nuevos puestos de trabajo humanos podría resultar más fácil que volver a adiestrar humanos para que ocuparan realmente dichos puestos.

         En consecuencia, a pesar de la posibilidad de que aparezcan muchos nuevos empleos humanos, quizá lleguemos a presenciar el surgimiento de una nueva clase de “inútiles”. Podríamos llegar a tener lo peor de ambos mundos, y padecer de una de las tasas de paro más levadas y escasez de mano de obra especializada. Podría surgir una nueva clase de “inútiles” debido no simplemente a una falta absoluta de trabajo o a una falta de educación pertinente, sino también a una resistencia mental insuficiente. Pero estamos hablando, como es evidente, de especulaciones.

         Y dado el inmenso poder destructor de nuestra civilización, no podemos permitirnos más modelos fallidos, guerras mundiales, ni revoluciones sangrientas. Esta vez, los modelos fallidos podrían acabar en guerras nucleares, monstruosidades diseñadas genéticamente, y un colapso completo de la biosfera. En consecuencia, tenemos que hacerlo mejor de lo que lo hicimos cuando nos enfrentamos a la revolución industrial.

         Los lideres políticos, estadistas de haberlos, y clases políticas de cada estado o nación del planeta tienen que concienciarse de ello, y planificar la evolución de la IA dosificando, poco a poco, su implementación para evitar el pánico social. El problema es que la clase política deberá ser consciente de que, tarde o temprano, también la IA le afectará y dejará en la estacada a cientos de miles de ellos, siendo sustituidos por algoritmos que se regirán por los parámetros que se hayan programado en las IA, lo que puede resultar esperanzador, dada la escasa preparación profesional y ética en la que se encuentran inmersa la gran mayoría donde, salvo contados casos, con toda seguridad, la IA dará mejores resultados que los que están ofreciendo los políticos humanos. Ya casi no quedan perfiles de estadistas globalistas como los Obama, las Merkel, las Thatcher, los Churchill, los Mandela, etc… Defensores de los valores liberales a ultranza. 

         Si conseguimos crear una red de seguridad económica universal con comunidades fuertes y la búsqueda de una vida plena, perder nuestros puestos de trabajo frente a los algoritmos podría ser en realidad una bendición. Sin embargo, perder el control de nuestra existencia es una situación hipotética mucho más terrible. A pesar del desempleo masivo, aquello que debería preocuparnos mucho más, es el paso de la autoridad de los humanos a la de los algoritmos, lo que podría acabar con la poca fe que queda en el relato liberal y abrir paso a dictaduras digitales. Y para lograrlo, necesitamos de esos perfiles de políticos mentados. Aún estamos a tiempo de lograrlo, pero hay que poner coto a la imparable IA.

Lluís Guardia.